La visita se estructura en dos plantas con diferentes salas en cada una de ellas.
Los hidalgos constituían el primer peldaño en la escalera de la nobleza. Hidalgo era todo aquel que se precisaba de ser “Hijo DE ALGO”, o mejor dicho, de alguien que se hubiera distinguido por sus obras o su posición. La hidalguía, sin embargo, también podía alcanzarse por méritos propios. Durante la Edad Media, estuvieron muy implicados en las guerras de la Reconquista.
Con la caída del Reino de Granada dejaron atrás su pasado militar para adaptarse a los nuevos tiempos.
Los Reyes católicos les abrieron las puertas de la función pública y la magistratura. Las familias de hidalgos más adineradas proporcionaron a sus hijos una exquisita educación, con lecciones de esgrima, música, baile y retórica, para garantizarles su entrada en el ejército, el clero o la administración.
En Alcázar se datan hidalgos desde el siglo XV.
Al acercarse los meses cálidos del año, la vida de las casas hidalgas se trasladaba al patio, el espacio más noble de la casa desde el punto de vista arquitectónico. Aquí se reunía la familia para refugiarse del calor y el bullicio de la calle, y se desarrollaban las actividades cotidianas. Se convertía así en comedor, sala de juegos y lugar de trabajo. Las fuentes, plantas, pozos y sombras proyectadas por los entoldados creaban un ambiente fresco y distendido, ideal para el descanso y la convivencia, que convertían este espacio en el rincón predilecto de las casas manchegas.
El Aljibe: este depósito subterráneo de agua se esconde debajo de la cocina de la casa. Se ideó originalmente como una fresquera donde conservar alimentos, pero después se remodeló para almacenar agua de lluvia recogida desde el patio. Tras añadirle un muro de mampostería, permitía obtener para el consumo humano agua de mayor calidad que la proveniente del sistema de extracción del pozo, que presentaba un alto contenido en salitre.
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ALCÁZAR DE SAN JUAN